miércoles, 1 de febrero de 2012

Y ésto es sólo el principio.

A veces la vida obra pequeños milagros. Son minúsculos, imperceptibles, pasan inadvertidos para ti y para mi, pero ocurren. A veces todo cambia y ni siquiera eres consciente de ello. Resulta gracioso... es una sonrisa, es una mirada, es un detalle, que hoy no significa nada y mañana... ¡El mañana siempre tan caprichoso!
Te estoy hablando de ir caminando por la calle y cruzarte con un completo desconocido, de un ¡Buenos días! un ¡Hola! un ¡Adiós! Te estoy hablando de un momento estúpidamente rutinario. Pero es que de repente ocurre. Estás por ahí, haciendo el tonto, como siempre, y tu mundo está preparándose para dar un giro. O un salto. Éso es... el gran salto. Y no te vas a enterar. Porque... "la vida es aquello que pasa mientras tú te empeñas en hacer otros planes."
A veces aparecen pequeños milagros que, al igual que una semilla, se nutren y florecen silenciosos. Entonces todo cobra sentido, y se convierten en perfección intensa, perfección brillante en su estado más puro.
Amanece, atardece, anochece, lo que sea, y ya nada es lo mismo.
Así le conocí, por orden del azar. No recuerdo la broma, pero sí la risa. No recuerdo el por qué, pero si la sensación. Coincidencia o no, así fue.
Le conocí en un momento extraordinario, bendito aquél día de aquél calendario, bendita ésa tonta casualidad...
Porque nunca una sonrisa fue tan hermosa, nunca una mirada consiguió hipnotizarme, nunca unos brazos resultaron tan acogedores, nunca una caricia despertó de tal manera mis sentidos, nunca unos labios me crearon ésa adicción, nunca una presencia fue tan necesaria. Nunca una existencia fue tan magnífica.


Pero es que a veces la vida obra pequeños milagros... que, de repente, alguien te da la oportunidad de empezar a vivir. ♥





No hay comentarios:

Publicar un comentario