miércoles, 29 de agosto de 2012

No, no me importaría.

No me importaría levantarme cada mañana, y que tu rostro fuera lo primero que viera. No me importaría compartir contigo todos mis desayunos. No me importaría, tampoco, compartir contigo la ducha para comenzar el día. No me importaría, la verdad. Tampoco me importaría pasarme cada hora del día diciéndote que te quiero, que te amor, dios... que adoro cada fibra de tu ser, ni sentir que el corazón me explota cada vez que me sonríes de esa manera tan especial. No me importaría pegarte, sí, pegarte con todas mis ganas cuando me haces rabiar con tus tonterías. Ni besarte después, aún enfadada. No me importaría besarte todo el día, durante todos los días que pueda compartir contigo. No me importaría reírme a tu lado de cualquier cosa, y que me abraces, me beses en la frente cada vez que te plazca, y hacer yo lo mismo contigo. No me importaría sentarme en el sillón a ver la tele, y que tú te burlaras de mis series de sensiblona... ni compartir contigo mis teorías en las series de misterio, o soltar carcajadas con las tuyas de comedia. No me importaría prepararte una cena, de esas con velas, que se ven en las películas. No me importaría gastar las horas de la noche contigo, descubriéndonos un poco más, o mirando la Luna bajo tu abrigo. No me importaría quererte en la magia de nuestra intimidad.
¿Tener una vida perfecta? ¿Vivir así junto a ti? ¿Sinceramente? Pues mira, no... no me importaría en absoluto.



La clave.

Ninguna relación es perfecta, nunca. Siempre habrá caminos que deberás doblar, transigir, tendrás que renunciar a algo bueno para obtener algo aún mejor... Será difícil, pero el amor siempre será más grande que las pequeñas diferencias. Y ahí está la clave... Pase lo que pase, el amor debe permanecer, debe ser más fuerte que cualquier adversidad. No, ninguna relación es perfecta... pero el amor sí lo es, siempre lo será, siempre resistirá todo aquello que se le interponga.


martes, 21 de agosto de 2012

Ojalá.

Ojalá pudiera resistirme a tu mirada, tan magnética, tan profunda, tan atrevida... Esa mirada ardiente que atrapa, que atraviesa ansiosa mi alma. A ese amor que derrochas y se rebosa en tus pupilas, que altera, mi amor, que hipnotiza... que me paraliza entera. Ojalá pudiera ignorar la sensación que me produces cuando rozamos piel con piel. Y tus manos, ¡tus manos! juraría que me derrito en tus dedos cuando, caricia a caricia, descubres en mis curvas los secretos que a ti te reservo. El mundo se detiene en el momento que me acercas a tu cintura, temeroso del poder de la energía que eso irradia. Ojalá pudiera controlarme, ojalá pudiera escapar del dulce encanto que conjuras, mas nunca podré... tu esencia me invade, vences cuando los ojos cerramos; cedo cuando suspiras y ardes sobre mi piel. Ojalá calmara alguna vez la sed de tus adictivos besos, que se pierden deseosos por los recovecos de mi ser, haciéndome temblar cuando encuentran mi cuello, mis caderas, mi ombligo, mi pecho; mi cuerpo se estremece, se nublan mis sentidos y despiertan a la vez. Ojalá pudiera no reír cuando te muerdo, ojalá pudiera no morderte y no sucumbir a tu sabor. Cada célula se impregna inevitablemente de tu olor... bendito perfume que me emborracha, y es que, amor, amor mío, me pierdo, me tientas, mi corazón estalla, y juro que ganas la batalla cuando suspiro yo también. Ojalá no sintiera que la ropa sobra cuando entonces me abrazas, con esas ganas, y esa fuerza que sólo tú tienes. Y ojalá pudiera mantener la cordura cuando, en un susurro, dices que me quieres.



miércoles, 8 de agosto de 2012

¿Hasta que lo pierde?

¿Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde? No. Dicha frase no es más que una vieja mentira que se esfuerza en ocultar inútilmente la estupidez humana. Todo el mundo sabe lo que tiene y lo que no, lo que quiere, lo que sueña, todos sabemos lo que nos importa y lo que no. Simplemente, a veces ocurre que pensamos, muy erróneamente, que no lo podemos perder. Nos convencemos a nosotros mismos que está en nuestra vida de forma permanente, y que no tiene un camino a recorrer fuera del nuestro. Que nos pertenece. Y es por eso que lo descuidamos, lo ignoramos, lo acabamos dañando... Y aún somos lo suficientemente idiotas al creer que dicho comportamiento no tendrá consecuencias. Que seguirá ahí, a nuestro lado. Y si se va, que volverá. Es cuando nos damos cuenta de que la hemos cagado de verdad y cuando desechamos esa clase de pensamientos egoístas, cuando abrimos los ojos como platos mientras escuecen por el llanto que se aproxima, cuando la culpabilidad y la desolación oprimen el pecho, cuando nos arrepentimos y echamos de menos hasta el punto de sentir dolor, y nos negamos a admitir que ahora toca joderse y seguir adelante con tu conciencia a modo de condena . Es cuando te cruzas con una mirada de decepción que te retuerce y te cala en lo más hondo, una que antes transmitió amor. Es cuando observas la silueta dirigirse al horizonte sin echar un último vistazo. Es cuando eres consciente de que no va a regresar a ti, que te ocultas detrás de un montón de excusas y mentiras, te refugias asustada tras un "no supe lo que tenía, hasta que lo perdí". Y, ¿sabes una cosa? Jamás volverás a vivir algo así, ni parecido. Desengáñate y asume tu realidad: nunca sentirás lo mismo, te perdiste buscando mejores caminos, destrozaste lo que un día fue tu felicidad.