jueves, 20 de junio de 2013

1.

Allí, rodeada de ese ambiente tan romántico, entre nubes y rocas, arropada por un cielo azul, por mi cielo azul, encontré la figura de una chica. Encogida, miraba al horizonte buscando respuestas a las preguntas que nunca formuló. Me resulto extraño encontrarla allí, en mi sitio secreto, donde acudía a esconderme del mundo. Sin embargo, también me resultó familiar su imagen unida al paisaje que creía únicamente mío. Quizá fue por eso que no pude ignorar su presencia, y me acerqué lo suficiente como para ver su rostro lleno de lágrimas secas.
Me miró con los ojos aún brillantes, y noté que tampoco se sorprendía de que yo estuviera también allí. Me senté a  una distancia prudente, y miré aquel horizonte celeste. Ella hizo lo mismo, y el silencio permaneció imperturbable durante mucho tiempo. Pero ni siquiera el silencio es eterno, y las palabras se precipitaron por mis labios sin titubear.
- ¿Qué haces aquí?  - pregunté.
- Olvido - dijo ella, aún con la vista al frente.
- ¿Qué olvidas? 
- A la gente. 
Sonreí, con una de mis sonrisas más sinceras, mientras levantaba la vista al cielo. 
- ¿Por qué sonríes? - esta vez preguntó ella, y vi por segunda vez sus ojos castaños buscando los míos.
- Yo vine a olvidarme de mi soledad.
Entonces sonrió, y el efecto que causó su sonrisa fue similar a una estrella fugaz.
Qué irónica es la vida que ella vino aquí, huyendo de todos, y conmigo vino a dar, que no sé ni de quién huyo, pues sólo me tengo a mí. Qué ironía tan grande haberla encontrado aquí.
- ¿En qué piensas, entonces? - dijo - ¿O sólo miras al horizonte?
-  Las dos cosas. Pensaba en que la soledad puede ser muy hermosa, y este lugar era la prueba de que eso era verdad. Pero ya no lo pienso.
- ¿Por qué? - preguntó, aún con sus ojos clavados en mí.
- Si te soy sincero, este sitio nunca ha sido más hermoso que hoy, contigo. Ojalá te encuentre mañana de nuevo aquí.
"Ojalá te encuentre todos los días" dije para mí.

miércoles, 19 de junio de 2013

Una y otra vez

Te pertenezco. Lo sé en el mismo instante en que me agarras de la cintura, tus labios se deslizan por mi cuello y en mi oreja encuentro un suspiro que habla sobre batallas que nacen y mueren en el colchón.
Me perteneces. Lo sé en el momento en que mis dedos recorren tu espalda, tu torso, bajan, suben y nunca se cansan de perderse en el mapa de tu piel.
Y es entonces, cuando sobra la ropa, cuando empieza ese vaivén que se acelera con cada latido y entramos en un torbellino de pasiones que muerden, besan, lamen, arañan, sudan, gimen, estallan y vuelven a morder. Que me olvido, me olvido, mi amor, todo se descoloca, y el mundo se limita a las sábanas que nos empeñamos en deshacer.
Que aún no me canso de descubrirte, una y otra vez...