viernes, 6 de septiembre de 2013

Costumbres.

Desde siempre, en mi pueblo existe una costumbre: cuando alguien de los alrededores fallece, lo anuncian por un altavoz para todo el pueblo. Nombre, apellidos y lugar donde se encuentra el cuerpo.
Hace unos meses, estaba sentada a la mesa, almorzando con mi familia, mientras hablábamos de varios temas. De repente, mi padre nos dijo que la hija de un amigo de la familia había nacido esa misma mañana, y que era preciosa. Todos sonreímos y empezamos a hacer preguntas como, "¿Hoy? ¿De madrugada?". En ese mismo instante, sonó el altavoz de mi pueblo anunciando una defunción, y todos guardamos silencio para oír los datos, por si era algún conocido. Pensé que la vida era un poco irónica a veces, pero también se me ocurrió una idea: ¿por qué no anunciar también los nacimientos? Es decir, comunicar que había nacido un niño, o una niña en el pueblo como era el caso del que mi familia y yo hablábamos unos segundos antes. Nombre de los padres, hospital donde nació... Incluso el peso del bebé, por qué no.  A mí me gustaría saber de las nuevas vidas que llegan tanto como de las que se van. Sin embargo, nuestra sociedad tiende al pesimismo, y destaca aquellos aspectos de la vida que nos crean sufrimiento por encima de aquellos que nos producen alegría. Preferimos proclamar a los cuatro vientos nuestro dolor, y callarnos las alegrías, como si fueran menos importantes.
La vida es un ciclo, y cuando llega a su final es doloroso para todos aquellos que quedan atrás, pero el comienzo es algo milagroso, algo digno de ser celebrado y compartido con todo el mundo.
¿Y si cambiamos algunas costumbres? ¿Y si cambiamos de mentalidad?