jueves, 29 de mayo de 2014

Recíprocos.

Ella componía música, escribía poesía, pintaba paisajes de ensueño que no tenían su origen en este mundo. Ella tampoco pertenecía a este lugar durante sus "brotes".
Así los llamaba, ya que, curiosamente, sus facultades artísticas sólo salían a flote en determinados momentos. Aunque más que salir a flote, salían despedidos y se desbordaban por los poros de su piel. Todo era vida durante esos brotes, que como cualquier ser viviente, morían en sí mismos.
Jamás supo el por qué, pero toda aquella magia se desvanecía con la misma rapidez con la que aparecía. Jamás supo que todo eso pasaba únicamente cuando él la pensaba.
Porque la pensaba así, bella, brillante, perfecta, caótica, genuina. Cuando él veía una rosa, una estrella fugaz, la primera gota de agua que anuncia la lluvia, el primer rayo de sol, la recordaba, la amaba.
Y sólo entonces, ella se convertía en amor.

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