martes, 30 de junio de 2015

-

Cuando consiguió arrancarse el puñal del pecho vio su ropa bañada en tinta. Brotaba directamente del corazón. La hemorragia no cesó durante tres días. Progresivamente, dejó de leer, escribir y soñar. Encontraba las palabras sobre el papel vacías, sin sentido. En las noches, cuando dormía, su mente se sumía en el más puro silencio.
Envejeció súbitamente una mañana, al amanecer su pelo canoso brillaba sin nada que envidiar a la mismísima luna. En cada arruga se hallaba un poema no escrito. En cada mirada, la nostalgia de una ilusión perdida.
Y así vivía, desprovista de toda literatura, teñida de gris y apatía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario